El conocerte siempre me ha hecho preguntarme si era cosa de un destino caprichoso que lo tenía todo calculado como si de una telaraña se tratase, una telaraña que nos unió y que nos atrapó como a dos moscas. Me gusta creer que si, que todo estaba escrito en algún lugar y que era lo que teníamos que hacer.

 

Recuerdo la primera vez que te vi. El frío de una noche de luces de invierno nos abrigaba. Tengo grabada en la memoria la primera sonrisa que me dedicaste la primera vez, una sonrisa parecida a un pedazo de sandía, grande, rosada, y sabrosa, si me lo permites. Tenías ese aspecto de chico malo que te va a destrozar la vida cuando menos te lo esperes, pero para mi sorpresa en ese momento, un chico encantador me tendió la mano, y no me la ha soltado desde entonces.

 

Recuerdo nuestro primer beso, que me hizo sentir que nunca había besado a nadie como a ti. Y recuerdo cuando supe que me estaba enamorando de ti, entre una de esas risas que me brindas, que me llenan el cuerpo como si de champán se tratara. 

 

Recuerdo, y no quiero recordar, quiero vivir, y quiero sentir contigo. 

 

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