EL TRASTORNO DEL HOMBRE QUE TENÍA MIEDO A SU SOMBRA
A las tres de la tarde del lunes me disponía a salir del trabajo bajo el sol abrasador del mediodía, característico de esta época del año. Salí como siempre con la cabeza alta sin apartar la mirada y mirando a un punto fijo.
Demasiado erguido, notaba como la gente que me cruzaba por la calle me miraba, pues mi cara reflejaba pavor y preocupación. De repente, mi teléfono móvil comenzó a sonar, sobresaltándome. Procedí a sacarlo de mi bolsillo, desviando ligeramente la vista hacia el suelo. Y allí estaba mi sombra.
Un sudor frío comenzó a brotarme por todo el cuerpo, y mi respiración se aceleró tanto que comencé a jadear. Sentía como el pánico se apoderaba de mí. El sentimiento de terror me recorría por todo el cuerpo, y mi móvil se precipitó hacia el suelo. Sin embargo, no fui capaz de recogerlo. La sombra, esa maldita sombra, se erguía imponente detrás de mí.
Comencé a correr, quería escaparme de ella, esconderme y que nunca más me volviera a encontrar. Pero ella seguía ahí, persiguiéndome como si de una cacería se tratara. Fui apartando a la gente que se interponía en mi camino, gritando despavorido, huyendo de algo inexistente. Me obligaba a no mirar atrás, porque sabía que ahí estaría.
Este miedo había vivido siempre conmigo, y se había hecho cada vez más grande a lo largo de los años. Este me obligaba a no vivir tranquilo, a no poder mirar a mis pies o a mí alrededor, pues yo sabía que allí iba a estar. Mis piernas empezaban a flaquear, no podía más. Sentí que mi cuerpo dejaba de responderme, y caí al suelo. Comencé a llorar desesperadamente, sabiendo que estaba enfermo. Y mi sombra, erguida junto a mí, se reía, me hacía burla, haciéndome cada vez más pequeño y apoderándose de mí.
Comentarios
Publicar un comentario